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jueves, 10 de septiembre de 2009

¿Cuando? ¿Donde?



Las motivaciones que nos impulsan, a realizar una investigación genealógica, pueden ser de diversa índole. No voy a desvelar nada que no se conozca, pero quizás mi opinión, acertada para unos, erronea para otros, permita darnos una visión de las diferentes sensibilidades al respecto.
A ciertas personas, les surge la curiosidad de saber el origen de su apellido paterno, consultando con tal fin cualquier enciclopedia. En sus páginas hallarán, y darán como válida la respuesta a su interrogante. Amén del encontrar que su apellido goza de portar; uno de los más de 40 escudos herádicos en caso de apellidarse Ibarra. Obviamente lo que con suerte descubriran, si continuan en sus indagaciones, es que aquel blasón que adoptaron para el ornato de su bello salón, solo pertenece a los descendientes por línea de varón, de la persona a la que se le concedió.
Existen otros que se inician en estas lides, motivados por las tradiciones orales que han sido transmitidas por generaciones, relacionadas con los oficios que desempeñaron en otros tiempos algunos de sus antepasados. Recuerdo gratamente, los comentarios de un peluquero al referir que su oficio lo aprendió, junto con su hermano de su padre, este del abuelo, así hasta 5 generaciones; y que el tatarabuelo llegó con el ofició de barbero, a la localidad palentina de Fuentes de Valdepero.
No podemos olvidar a quienes al investigar el origen de su apellido, descubren con asombro que lo que era "Adriasola" (Chile), es en realidad en generaciones pretéritas Odriozola. Hay un buen genealogista e investigador a quien respeto, Roberto Ortiz de Zarate, que compartió conmigo una anécdota en los comienzos de investigar sus raíces. Comentaba como al leer un documento interpretó el apellido como "Lope de Bonicon", y creyó encontrarse ante cierto origen francés en el mismo. Los años de experiencia que con posterioridad adquirió, y una revisión del documento le aclararon que, donde había interpretado "Lope de Bonicon", era en realidad Lopez de Borricón.
Una de las interrogantes que se me presenta, es el llegar a saber si en estas lides uno puede ser auto suficiente, con aquellas mínimas nociones que recibimos.
O por el contrario, siempre tendremos que estar en una constante evolución de cambios de la metodología de investigación. Personalmente me decanto por esto último. Algo que mi experiencia me reportado es, conocer las formas e instrumentos que cada persona utiliza al rebuscar su pasado. Y afirmo que siempre adquiero un nuevo conocimiento. Gracias a quienes me han enseñado, por su generosidad, quedo en deuda.



lunes, 7 de septiembre de 2009

El Archivo Diocesano de Burgos


Escribir unas líneas sobre un archivo, es reflexionar sobre la actividad del mismo; pero a veces es interesante hablar de su servicio al público en general. No es mi intención que esto sea una crítica, mas bien mi impresión sobre las visitas que he realizado durante estos últimos años. El que nos ocupa tiene su ubicación en la calle Martínez del Campo nº 18, cerca de la Facultad de Teología, y a unos 7 minutos del Arco de Santa María.
La infraestructura de cada archivo es diferente, esto es obvio, comenzando por el lugar de deposito de la documentación, y finalizando por los elementos que decoran la sala de investigación. Un aspecto poco conocido por nosotros, los investigadores, es saber economicamente como se mantiene un archivo. No me refiero con esto a los gastos de luz, o teléfono; sino al más importante el mantenimiento en óptimas condiciones de la documentación, por lo que con toda posibilidad los costes mínimos sean a tener en cuenta.
Quienes hemos acudido a este archivo en particular, de forma lejana a través del resquicio de una puerta, hemos observado como existe una larga extensión de baldas, en diferentes niveles. Obviamente las depencias del archivo gozan de unas mínimas garantías de seguridad, gracias al interés de la propia diócesis en salvaguardar su patrimonio. No creo que nadie niegue la labor realizada por don Matías Vicario Santa María, director del mismo archivo; que ha hecho posible una notable labor archivística, de conservación y recopilación documental de la diócesis de Burgos. Al reflexionar sobre el coste del factor humano, siempre siento que este no tiene precio, por lo que no puedo valorar en su justa medida, la labor de quienes en la actualidad prestan servicio en el mismo.
Muchos de los investigadores que acuden a rescatar entre las páginas de cientos de libros sacramentales, a quienes están en la memoria del pasado, se quejan de la infraestructura del archivo, y su limitación. La sala cuenta con una mesa cuya capacidad es, para 7 investigadores.
Sin contar con lo que hasta el día de hoy, ha sido una razón de peso, el madrugón para acceder a una de las escasas plazas de acceso. Un aspecto que ha mejorado es el del horario, su apertura inicial comenzaba en el pasado a las 10:00 de la mañana, y concluía a las 14:00 horas. Actualmente abre a las 9:30, para cerrar a las 13:45, hora esta última en que los investigadores deben de abandonar su investigación. A todo lo anterior debemos de añadir algo más, existe un límite de documentos para consultar y este es el de 6. Algo que me produce cierta perplejidad, es oír los comentarios de aquellos profesores universitarios, o de quienes están realizando alguna tesis doctoral, de que debiesen de limitar el acceso a quienes realizan "genealogías", mientras al igual que los demás se encuentran "haciendo cola". Parece que ellos se encuentran legitimados, y los otros no; como decía un amigo mío existe un egoísmo de investigación en estos menesteres.
Ya dice el refrán: "Más vale pájaro en mano, que ciento volando". Mejor nos es tener un archivo abierto en esas condiciones, que no tener nada.